Mientras que el Derecho de Manifestación surge de la falta de sintonía entre políticos y ciudadanos, el Derecho de Huelga surge de la falta de sintonía entre empresarios y trabajadores (…también se entiende la capacidad de manifestación en el mundo laboral y de huelga en el ámbito personal).
El derecho a manifestarse está en relación con la libertad de expresión. Y los límites están únicamente en la libertad de los demás. Si mi grito o mi golpe dañan la integridad física o psíquica de otros, mi manifestación pierde la categoría de derecho. Debemos, pues, poner mucha imaginación para ejercer este derecho (no consumiendo productos o servicios, movilizando el tiempo libre, uniendo pensamientos a través del arte…) sin miedo a perder la vida. Sin libertad de expresión no hay vida, hay esclavitud.
El derecho de huelga está en relación con la libertad de actuación. Los límites no son tan claros como en el derecho a manifestarse. Si mi actuación (“dejar de trabajar”; o “trabajar más”) afecta a individuos más allá de los públicos de la organización (empresario, accionistas, clientes, empleados, proveedores…) la huelga pierde la categoría de derecho. Las dudas surgen en empresas con millones de clientes. Sus trabajadores deben poner mucha imaginación para ejercitar el derecho de huelga con responsabilidad, porque esos millones de usuarios son algo más que clientes. Representan la sociedad en sí misma y ya no son públicos exclusivos de esa organización.

Es obvio que la estrategia de la manifestación y de la huelga es “informar” a toda la sociedad. Pero no debe olvidarse que el objetivo es “forzar el diálogo” entre las partes afectadas. Si el trabajador o ciudadano necesita del “enfado social” demuestra falta de argumentos para ese diálogo. No debería quedar afectado el derecho a la enseñanza de 1 millón de niños y jóvenes, ni el derecho de 300.000 familias de tomar un avión para hacer unas vacaciones, ni el derecho de 60.000 congresistas a intercambiar conocimiento en una ciudad. Sin duda, la manifestación y la huelga no pueden destruir riqueza.
Conceptos como “boicot”, “lucha”, ”desobediencia civil” deberían dejar paso a “forum”, “plebiscito”, “referéndum”. Revolucionar la democracia participativa es la esencia del cambio: participación en la toma y ejecución de decisiones, participación en las aportaciones y en los beneficios. Para disminuir conflictos hay que compartir decisiones.
En los convulsos tiempos que nos acechan, debemos poner mucha imaginación y prudencia para que los poderes políticos, financieros, religiosos o militares no nos arrebaten el Derecho de Manifestación y el Derecho de Huelga.